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"NO HAY BUENA ACCION QUE ESCAPE SIN CASTIGO" C. A.





"DESAPAREZCAN LOS LIBROS DE CONTABILIDAD Y RECONCILIESE TODA LA TIERRA". ENRIQUE HEINE.




"LA FALTA DE CONFIANZA EN LAS PROPIAS FUERZAS Y EL SERVILISMO SON LAS CORTAPISAS DE LA GRANDEZA". A. N. RADISCHEV




"LA FUERZA DEL PODER QUE POSEEN LOS MALVADOS RADICA EN QUE ESTÁN UNIDOS. CUANDO LOS BUENOS SE UNAN, TERMINARÁ TAN ANÓMALO ESTADO COSAS". L TOLSTOI

Disculpen todo este espacio en blanco entre las frases anteriores y mi última entrada, estoy tratando de solucionarlo.

Por su comprensión, muchas gracias. esto


































miércoles, 26 de enero de 2011


¿OMNIVOROS IRREMEDIABLEMENTE CARNIVOROS?.

Como especie humana provenimos más cercanamente de antepasados antropoides consumidores de carne y, como omnívoros, lo seguimos siendo, aunque ahora sólo y exclusivamente por circunstancias sociales que no por requerimientos evolutivos. Hallazgos recientes continúan confirmando con mayor precisión lo primero, pues ahora hasta se puede saber que tipo de alimentos o más bien, qué tipo de carne, consumían nuestros antepasados en equis región y, además, indirectamente, lo prueban los instrumentos y armas de caza de nuestros antepasados; fundamentalmente las del llamado período Acheulense representado significativamente por esa especie de hacha en forma de lagrima que debió haber servido, al igual que otros instrumentos, para picar y/o cortar carne. Tendremos presente que evolutivamente diversos parásitos larvarios nos son comunes tanto a los humanos como a cerdos y vacunos.

Y, ¿cuál fue el papel más significativo de la consumición de carne en la evolución del hombre?.

Pensemos en un medio sumamente hostil en el que se desenvolvían nuestros antepasados australopitecinos (grácil y robustus), homo erectus, homo habilis y homo sapiens, todos ellos antes de homo sapiens sapiens, que, con mucha discusión, por lo de “pensantes”, somos nosotros, sin recursos propios, como garras, pelo suficiente, agilidad suma, vista y olfato poderosos, para poder defenderse de los depredadores y también de las inclemencias naturales, dependiendo totalmente de lo que la naturaleza nos daba ya hecho, puntualicemos, en cuestión de alimentos vegetales, que recolectores de ellos y de frutos fuimos, muy precarios en nutrientes, pues lo contrario sólo se consiguió poco a poco y a través de miles de años por medio de la agricultura.

Así, la evolución nos llevó por un camino en que fuimos superando todas esas probatorias contingencias, pero ¿qué fue lo que finalmente nos hizo llegar a lo que hoy somos como especie pensante en el sentido de elaborar ideas y ponerlas en práctica fundamentalmente a través de la producción de herramientas para producir a su vez nuestros satisfactores?. Eso lo fue el cerebro, pues ese órgano y no otro es del que nos hemos servido y nos servimos para tal objeto. Pero ¿el cerebro cómo llegó a ser lo que hoy es puesto que su complejidad en la capacidad de elaborar ideas abstractas depende, comparándonos con otras especies, de su tamaño?, y resultando que, nuestra evolución estuvo acompañada de una mayor tamaño de nuestro cerebro, como lo prueban los restos fósiles, instrumentos, e, incluso comparativamente, nuestra mayor capacidad cerebral en relación con nuestros primos homínidos más cercanos: los Neanderthales.

Tanto esfuerzo debió haber requerido en grado sumo un grande consumo de energía y sobre todo, a través de la función de “pensar”, que apareció como elemento o fenómeno distintivo de nuestra especie para enfrentar la lucha por la supervivencia a la que, finalmente, nos sobrepusimos como los más aptos, tomando en cuenta muchas otras especies de primates casi homínidos que, por decirlo de alguna manera, “se quedaron en el camino” (se habla que se acaban de encontrar en Siberia restos de otro pariente nuestro, Homínido muy cercano a nosotros que no es Neanderthal, sino otra especie, también desaparecida).

¿Y, qué es lo que podía cubrir y satisfacer esa ingente necesidad de consumo de energía para irnos abriendo camino en el proceso evolutivo fundamentalmente por la función del pensar?. La respuesta no puede estar en los vegetales y los frutos, pues recordemos que ellos se encontraban para nuestros antepasados en un grado tal de “salvajismo” por su escasez de nutrientes que únicamente podían venir a constituir una especie de apoyo, importante, pero no determinante en el camino evolutivo (tener presente que hay quienes afirman que el crecimiento cerebral a que llegó nuestra especie se debió al consumo de almidones). Luego entonces, debió haber sido la carne y, fundamentalmente sus proteínas, lo que debió haber proporcionado la energía suficiente para estar alimentando ese horno maravilloso, el cerebro, que al mismo tiempo se estaba construyendo en una lucha incesante con los agresivamente inclementes elementos del entorno que dialécticamente también impulsaban su cambio y desarrollo.

Pero, se dirá que vistas así las cosas, no pudo ser tal porque entonces también los demás homínidos debieron haber apuntado hacia allá o que hipotéticamente lo mismo hacen los primates actuales, pero fundamentalmente los más cercanos al hombre, a lo que respondemos con lo que al respecto ya apuntó Darwin en el sentido de que la evolución no sigue un camino lineal o predestinado, o algo así. Así, en nuestros antepasados, precisamente, se presentaron las circunstancias irrepetibles que dieron lugar gradualmente unas veces, y otras en forma un tanto repentina, a una serie de cambios cualitativos muy significativos, pero, sobre todo, determinantes.

Bueno, y también a la par y en conjunción dialectal, junto y por el desarrollo del cerebro evolucionaron otros mecanismos de supervivencia que nos capacitaron aún más para prepararnos a enfrentarnos a los peligros, o para evitarlos mediante la evasión (glándulas de secreción interna más evolucionadas o mejor adaptadas, andar erguido, capacidad de opresión con el pulgar, desarrollo de los órganos del en aquel entonces incipiente habla, mejor adaptación de los órganos de la digestión, etc.). Luego, como feliz consecuencia, el mejoramiento cada día de las herramientas y, !el descubrimiento de la creación y utilización del fuego, sobre todo para cocinar y hacer más digerible la carne¡, y así, todos y esos otros elementos enriqueciéndose mutuamente por una especie de lucha interna incesante catapultaron y originaron, tal vez en un periodo de tiempo relativamente breve en comparación con el desarrollo general de nuestra especie desde sus orígenes, nuestra actual estructura cerebral.

Pero, y a todo eso, ¿entonces deberemos seguir consumiendo carne porque no hacerlo se opone a la evolución? La respuesta en la breve continuación y final de esta entrega.

6 comentarios:

  1. No hay saltos en la evolución humana, aunque sí puntos más o menos cruciales, como no hay diferencias con el resto de animales más que de grado. Y no olvides que no todos los instrumentos se conservan igual que los d epiedra y hueso, los de madera, no, por ejemplo. leea Clyve Finlayson

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  2. Lansky, disculpa, no comprendo cómo pudo haber evolución humana sin cambios a saltos. Las mutaciones de ciertos individuos debieron haber constituido, por acumulación,
    su preparación para un cambio decisivo, relativamente corto en el tiempo evolutivo (por eso se puede hablar de “saltos“), acompañado invariable y necesariamente de algún cambio en el entorno, que si mal no recuerdo Darwin identificó como cataclismos naturales. Por ejemplo, por qué, si no por algún o algunos cambios súbitos nosotros estuvimos mejor preparados que los Neanderthales para sobrevivir y superar la lucha por la existencia, siendo como fuimos, no sólo contemporáneos sino especies de un mismo tronco.

    Otro ejemplo puede ser lo que ahora se dice en cuanto que el árbol de Darwin en realidad no era tal sino un seto, y así, eso cambia mucho las cosas, pues planteadas de esa manera, entonces debió haber cabido la posibilidad de que contra lo que conocemos de los hijos infértiles de padres de diferentes especies pero del mismo género, como la mula y el burdégano, sí pudo haberse dado el caso del nacimiento de hijos fértiles, en cruzamientos similares de otras especies del mismo genero o familia, lo que indudablemente debió haber representado un “salto” todavía mayor.

    De las diferencias de grado, sí recuerdo vagamente que ya Darwin lo toca, y es un tema que me apunto para tratar de documentarme, muchas gracias. Y, de los otros instrumentos que no se preservan igual que los de hueso y piedra, como los de madera, también muchas gracias, pues sinceramente no había reflexionado mucho en ello y, ahora caigo, que ellos pudieron habernos dicho muchas e importantes cosas acerca de las relaciones socio-ambientales de nuestros antepasados, y qué bueno y en hora buena que gentes como Clive Finlayson (me anoto su nombre para tratar de conseguir su libro) se ocupen de ello, y que personas como tu, lo tengan presente y llamen a la reflexión.
    Saludos.

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  3. No, no hacen falta mutaciones ni cambios bruscos. Imagina dos poblaciones humanas que no se cruzan entre sí, cada una lógicamente con dotación genética distinta en parte por los cruces dentro de cada grupo; una nómada , la otra asntada. La nómada tienen una frecuencia de embarazos baja, porque cada mujer debe esperar a que su primer hijo sea capaz de seguir al grupo para cargar con el segundo en brazos; la segunda, que regresa a un campamento base o aldea, no, puede en cambio tener crías cada nueve meses, y la simple diferencia de natalidad entre una población y otra hará que se imponga la sedentarizada, sin mayores mutaciones ni saltos, que no es además el mecanismo más frecuente en evolución.

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  4. Te insisto, lee a Clive Finlayson: 'The human Who Went Extinct', 2010

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  5. Y otro error (frecuente) es equiparar 'mutación' a cambio o salto brusco. la mayoría de las mutaciones son perjudiciales y se pierden (eliminadas precisamente por selección natural), otro grupo numeroso son inocuas o equidistantes (ayudan y entorpecen, como la de la anemia falciforme, que provoca esta enfermedad pero protege de la malaria) y sólo algunas representan cambio, la mayoria leves, dirigible a favor por el ambiente.

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  6. Hace mucho que no sé nada de tí ni de tus perros. ¿Va todo bien?

    Un saludo

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